Guía para sobrevivir en la tierra
I - Casi feliz.
Llovía interminablemente, como si el mundo fuese un receptáculo para una cascada cósmica. Al acercarse a la ventana se sentía olor a tierra mojada, la humedad se sentía como una emoción tan profunda como el primer amor de la juventud. Todo se veía oscuro, a pesar que era de día. El mundo era una postal en blanco y negro vista a través de un cristal. Hacía frío. Se sentía solo. Sin hermanos ni amigos, su única compañía cercana eran los gatos. Su abuelo le cuidaba, él adoraba a su abuelo, pero su abuelo no era un compañero de juegos, miles de generaciones y vidas les separaban, pero era una presencia constante y segura: era el ancla que mantenía en funcionamiento su universo. El mundo era un misterio. ¿Por qué tanta lluvia? ¿Qué haré el día de hoy? Eran usuales ese tipo de dudas. Tenía todo el tiempo del mundo incluso para aburrirse. Ese niño no sabía que al crecer el tiempo libre casi no existe. Todo se convierte en una agenda con horas en que se anota incluso la hora de ir a dormir. El tiempo libre permite que los niños inventen juegos, hagan cosas para divertirse. Hoy en día, con el consumismo exagerado, los niños siempre tienen algo que hacer: Hay incluso canales de TV que transmiten dibujos animados las 24 horas. Pero este niño no tenía nada de eso. Eran otros tiempos. Había algunos libros y revistas para leer, que ya había leído infinidad de veces y generalmente había cuadernillos para dibujar. No era de dibujar por dibujar, preocupándose del dibujo. Amaba narrar historias a través de sus dibujos, lo que se conoce como historieta o comic. El invierno se sentía eterno. Poco sol, mucha lluvia. Una vez su abuelo entró a su dormitorio para mostrarle un granizo enorme, un poco más grande que un dado. Su mamá llegaba tarde del trabajo. Siempre olía bien, pero estaba fría ya que venía caminando una o dos cuadras. La vida era bastante apacible. Predecible. Segura. Hubiese sido una niñez completamente perfecta, pero había dos cosas que afectaban negativamente a este niño. La primera era que extrañaba mucho a su papá. Su papá existía, pero aparecía solo una vez al año un par de días, generalmente en Navidad. Llegaba siempre con muchos juguetes, todos increíbles: Robots que caminaban, autos a control remoto, figuras de acción de personas misteriosas, etc. Si bien esperar una vez al año al papá era una ilusión que le llenaba de alegría, hubiese preferido no tener ninguno de esos juguetes y haber visto a su papá regularmente. Una vez al año era demasiado poco. La segunda cosa que impedía que este niño fuese absolutamente feliz era su tío J. quien era un abusador.
II - Posición.
Su tío J vivía a pasos de su casa. La esposa del tío J era hermana de su mamá. Tenía dos primos, quienes prácticamente eran los únicos niños cercanos. Su único permiso de salir a la calle, era ir a jugar con sus primos. El problema era que sus primos, al principio por razones adecuadas, lo acusaban al tío, y el tío lo golpeaba. No le daba golpes para dañarlo, pero sí para humillarle. Quizás incluso en forma inocente, era gracioso poder pegarle impunemente a un niño que no se podái defender y aceptaba en forma obediente el castigo, porque pensaba que lo merecía. Con el tiempo, esta práctica se volvió una costumbre que a sus primos les hacía gracia, así que su tío constantemente lo golpeaba. Incluso llegó un momento que el tío decía "posición" y el niño se agachaba y el tío le daba una patada en el trasero, para las risas de todos los espectadores. Así es el abuso infantil. Un tipo de niño lo acepta, porque le han enseñado a respetar y obedecer a los adultos. A veces le contaba de esto a su mamá, quien incapaz de ver mal alguno en esta práctica, la ignoraba o pensaba que el niño merecía ser humillado constantemente. O quizás ella sufría, pero no veía la forma de enfrentar a su cuñado y prefería no hacer nada que causar algún problema en su familia. Hay cosas que dejan huellas en la infancia. Un niño no debería sentir impotencia ni resentimiento por ser abusado. Afortunadamente, el mundo interno de este niño estaba plagado de ideas, imaginación y aunque él no lo sabía, era fuerte: Nunca se derrumbó. La procesión iba por dentro como se dice, pero siguió adelante. Nunca se convirtió en abusador. Quizás pudo haber tenido una mente más limpia y sana si no hubiesen abusado de él, pero tampoco se convirtió en un monstruo, pero fueron años y años de sentir miedo, de ser humillado y de tener que aceptar que eso era parte de su rutina. Una de las cosas lindas de convertirse en un anciano, es la distancia que otorga respecto de los hechos. De joven, este niño ansiaba venganza. Al crecer, se fue dando cuenta que la vida es cruel, que hay gente imbécil, que nada se paga en la vida, que todo es al azar. La ira fue cediendo. No por supersticiones sobre dioses y karma, sino que su tío no era nadie en verdad. Solo era un pobre imbécil basura que abusaba de un niño para pasar el rato. No era Brutus (su papá tampoco nunca fue Popeye). No era un villano que merecía expiar sus culpas a través de una paliza dada por el superhéroe de turno. Era un tipo abusivo, que alguna vez hizo lo mismo que había hecho con él, con su esposa, sus hijos, y algunos otros niños del vecindario. Una que otra vez, alguna mamá fue a su casa a insultarle, otra vez algún niño más rebelde fue a encararlo, pero nunca pasó nada. Un día en un asalto le dieron un balazo y casi murió. No fue motivo de alegría, porque el niño ya era un hombre y casi no deseaba mal a nadie. Pero está mal abusar de un niño y también está mal ir y darle un balazo a un tipo, aunque sea un tarado.
III - Superman.
Existían (existen) los álbumes de cromos. La premisa es la siguiente, venden un cuadernillo con espacios donde pegar láminas y venden sobres con láminas al azar. Se juntan para completarlos y generalmente son sobre cine o eventos de interés popular masivo: "Álbum del Mundial de Fútbol", "Álbum del Superhéroe que sale en la película más popular de este año", etc. El niño estba juntando el álbum de Superman. Le faltaban algunas láminas, y tenía muchas repetidas. Una vez, afuera de su casa, pasaron uno par de niños. Por su aspecto eran niños más pobres. El niño vio que traían sobres de Superman y les preguntó si querían cambiar láminas. Uno de ellos mostró interés. Ambos revisaron las láminas del otro. Entonces resultó que el otro niño tenía la lámina de Superman en la vía del tren: El villano había destruido las líneas del ferrocarril y Superman se había puesto él mismo para completar la vía. El tren pasaría sobre él, pero no le haría ningún daño porque Superman es el hombre de acero. El otro niño no quiso cambiarle la lámina, ni siquiera por dos o tres. El otro niño ni siquiera tenía el álbum. El otro niño juntaba las láminas y tenía muchas. Era como el dinero para un actual traficante. Podía ser pobre, no tener el álbum de Superman, pero tenía MUCHAS láminas. Dijo "yo no cambio láminas, pero te las juego". Había muchas formas de jugar las láminas. La más popular era así: Cada jugador apostaba una, dos o más láminas, generalmente la misma cantidad, luego se jugaba piedra, papel o tijeras, a este juego se le decía "Cachipún". Todo humano sabe jugar a esto, pero por si me lee alguien de Ganímedes o del fondo del océano, lo explicaré. Ambos jugadores ocultan su mano, por lo general la derecha, aunque cualquiera sirve. Ambos jugadores dicen al mismo tiempo "CA - CHI - PÚN" que es como contar hasta tres. Y entonces al mismo tiempo deben enseñarle al otro jugador la mano. La mano abieta representa papel, la mano empuñada representa piedra y la mano empuñada pero mostrando índice y medio, representa tijera. Papel envuelve piedra (gana papel), Piedra rompe tijera (gana piedra), Tijera corta papel (gana tijera). Si ambos jugadores sacan lo mismo, es un empate y se sigue jugando. Generalmente se juega tres veces para tener un ganador. El ganador, con los dedos rectos y juntos o de la misma forma, pero con la mano ahuecada, daba un golpe con la palma sobre el montón de cartas, y luego del golpe podía seguir hacia arriba o hacia el lado. Las láminas volteadas se las llevaba. Luego el otro jugador continuaba. Si quedaban todas las láminas desordenadas cada jugador continuaba con la lámina o el montón de láminas que quedaba. Esto se hacía generalmente en el suelo. El caso es que el otro niño ganó un par de veces. Entonces nuestro héroe le pidió revancha y al final el otro niño le ganó todas las láminas. Cabe señalar que el otro niño tenía como 14 años, mientras que nuestro héroe solo tenía 7 años. Claramente el tamaño de la mano era una ventaja, como también la ruda vida del niño pobre, quien seguramente ganaba láminas de álbumes para sobrevivir en el mundo hostil donde le había tocado nacer. Era ganar láminas de los álbumes, o ser cruelmente azotado e incluso morir asesinado por delincuentes que controlaban las mafias de la venta de láminas, que no tienen respeto por nada y desprecian incluso a los mismísimos dioses honrando a demonios. El niño que acompañaba al niño ganador, era su Padawan, por lo que solo guardaba silencio y observaba.
El niño se fue llorando a su casa, y por el camino, lo vio su tío abusador, quién en un arranque de responsabilidad preguntó a ambos niños qué había pasado. El otro niño dijo algo así como "Que le he ganado láminas en el tradicional y respetable juego de los monitos y estoy amparado por todas las leyes humanas y divinas que me otorgan la posibilidad de no recibir reprimenda ni castigo por haber vencido limpiamente a mi rival", a lo que el tío dijo "Bueno" y su momentánea fiebre de tío decente se esfumó.
El niño llegó a su casa llorando, pero disimuló para que su abuelo no lo notara. No quería preocupar a nadie. Años después, gracias a esta experiencia, el niño jamás fue ludópata y de adulto nunca apostó grandes sumas de dinero en nada, por lo que no perdió millones ni quebró, ni arruinó su vida, ni perdió su patrimonio en ningún casino.
El cosmos nos enseña todo el tiempo grandes lecciones y si estás atento, estas lecciones pueden salvar tu vida o al menos hacer que evites problemas.
El otro niño murió un par de años después en una pelea callejera por láminas del álbum Superman 2. Su cuerpo apareció flotando en un río. Estaba irreconocible, pero fue identificado por las huellas digitales en las láminas que llevaba escondidas en su calzoncillo. Su Padawan, se había retirado de las apuestas de láminas al ver que había hecho llorar a un niño pequeño, por lo que siguió viviendo decentemente. Actualmente trabaja de guardia en un banco y colecciona los álbumes que de niño no pudo adquirir.
[continuará]